En todos los procesos educativos, la evaluación cumple un papel fundamental, pues ella permite obtener información sobre el desempeño de los actores educativos y en especial, sobre los aprendizajes que se han alcanzado. En este marco, las pruebas nacionales representan un valioso instrumento para que el sistema educativo conozca el nivel de logro de los objetivos curriculares, así como el rendimiento estudiantil, con miras de mejorar la calidad de la educación y de promover una formación integral y el éxito escolar. Por lo tanto, las pruebas nacionales son un medio y no un fin en sí mismas.
El formato de pruebas nacionales conocido como el bachillerato, después de más de 30 años de aplicarse en el sistema educativo, se convirtió en el fin de la carrera estudiantil por obtener un título en la secundaria. La meta era obtener ese título a cualquier costo, inclusive aun cuando fuera necesario recurrir a medios fraudulentos. Esto le significó al bachillerato una serie de críticas, dentro de las que destaca ser un cuello de botella, no se podía repetir antes de las graduaciones escolares, el mayor peso de la promoción estaba en la prueba y que la factura de algunos males del sistema educativo la terminaban pagando solo los estudiantes.
Ante lo anterior, en el Ministerio de Educación Pública (MEP) se tenía claro que el formato de pruebas nacionales debía cambiar, no solo por las críticas ya esbozadas al bachillerato, sino porque se requería unas pruebas nacionales acordes a la política educativa, la política curricular y a los programas de estudio de las distintas asignaturas, aprobados en los últimos años por el Consejo Superior de Educación (CSE).
Es así como a partir del 2018 en el MEP se lleva a cabo una serie de investigaciones, consultas bibliográficas y jurídicas, entrevistas con expertos nacionales e internacionales, análisis de bases de datos y se considera las opiniones de los estudiantes y los docentes en torno a las pruebas nacionales. Este proceso tuvo por fruto la propuesta que se presentó al CSE en enero 2019 de las pruebas nacionales: Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (FARO). Este nuevo formato de pruebas nacionales fue analizado por el CSE y aprobado el 18 de febrero.
Dentro de las principales características de las pruebas nacionales FARO destacan que son pruebas que se aplicarán un año antes que los estudiantes finalicen tanto la educación secundaria como la primaria, lo cual les permite no solo repetirlas el año siguiente, sino que ese último año los centros educativos realizarán planes de mejora a fin de atender las debilidades detectas. Es decir, aun cuando definen la promoción, también tienen un carácter diagnóstico para el sistema educativo. Además, en FARO el mayor peso de la promoción está en las calificaciones obtenidas por los estudiantes en el último año en todas las asignaturas y no en la prueba.
Las pruebas nacionales FARO vienen a llenar la necesidad del sistema educativo por tener información no solo del desempeño estudiantil en términos de los aprendizajes y habilidades alcanzadas, sino sobre aquellos factores que están asociados a los mejores rendimientos, los cuales permitan tomar decisiones sobre los cambios que se deben realizar a todo nivel en el sistema, pero en especial para intervenir educativamente los procesos de aprendizaje.
La implementación de FARO conlleva un proceso gradual, el cual contempla un cierre del bachillerato, la aplicación piloto de las nuevas pruebas nacionales y la transición hacia nuevos formatos de preguntas, entre otros. El MEP es consciente que todo cambio puede generar resistencia, por lo que es imprescindible establecer procesos de divulgación y comunicación, con el propósito de que la comunidad educativa tenga oportunamente los principios que fundamentan las pruebas nacionales FARO.
Con FARO, el MEP buscar tener información más clara y precisa sobre lo que ocurre en los procesos de aprendizajes, con la intensión de mejorarlos. Es decir, se evalúa para el aprendizaje y no para castigar o señalar. Se pretende con estas pruebas tener mayor luz sobre cuál debe ser camino que debe transitar la educación en este nuevo siglo. Los resultados de FARO se convertirán en los insumos indispensables que señalarán el derrotero de la educación del sistema educativo costarricense.