La necesidad de reflexionar sobre la práctica educativa

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Todos los que de una manera u otra estamos ligados a actividades profesionales tenemos una enorme cantidad de responsabilidades y, por lo general, las actividades sobrepasan el tiempo disponible. En el caso de la educación primaria y secundaria en Costa Rica, prácticamente el total del tiempo es consumido por las horas de clase. La realidad es que muchas tareas inherentes son atendidas durante las noches y fines de semana.

Bajo este panorama, incluso el planeamiento de la lección es visto como una tarea “extra” a nuestro quehacer. Así las cosas, ¿qué oportunidades tenemos para mejorar las cosas?

Una actividad importante que tenemos es valorar lo que hacemos en el aula y la manera en que lo hacemos. La capacidad de poder reflexionar es uno de los elementos que nos permite conocer y entender a nuestros estudiantes, nuestro entorno y a nosotros mismos. Hablo aquí de un concepto amplio de reflexión donde el fin último es ofrecer cambios dentro de nuestras rutinas.

Múltiples investigadores han ahondado en la reflexión entendida como un proceso y como capacidad, y sus distintas aristas. Así, Shön con la “reflexión guiada”, Mason con el “Noticing” Llinares con el “mirar con sentido”, nos han dado pistas de la utilidad que tiene pensar en lo que hemos hecho, en lo que hacemos y en lo que haremos.

Podemos decir, en resumidas cuentas, que el ciclo que vivimos cuando deseamos mejorar nuestra actividad pedagógica es planear, aplicar, valorar y reconstruir.  La reflexión, desde mi punto de vista, aparece en todas las etapas de manera transversal. La reflexión es algo más incluso que la valoración. Reflexionar nos solo cataliza todas las situaciones, sino que nos ayuda a valorar que puede ser lo más relevante y en dónde tenemos más poder de acción.

Cuando nos enfrentamos a un cambio curricular como el que vive nuestro país, también encaramos a una concepción nueva sobre lo que es enseñar y aprender adecuadamente. El entretejido de las nuevas experiencias que se esperan que vivan los estudiantes y los profesores en el aula es complejo. Las tareas de poder integrar habilidades, delimitar los niveles de complejidad que deseamos y estimular procesos matemáticos específicos, coordinar las etapas de la clase, la invención de problemas en contextos reales por mencionar algunas, parecen complejas y la realidad es que lo son.

¿Cómo empezar?

Desde mi punto de vista existen dos elementos que son fundamentales para ejercer tal cual se espera de nosotros como docentes. Primero, es esencial hacer del currículo actual una verdadera herramienta [1]. Esto lo menciono pues más allá de listas de contenidos, lineamientos y habilidades, este documento contiene una serie de elementos que guían y comunican el corazón de la reforma en educación matemática. En segundo lugar, el documento llamado: Evaluación y Pruebas Nacionales para un Currículo de Matemáticas que enfatiza capacidades superiores [2], nos ayuda de forma muy práctica a comprender cómo sincronizar muchos de los elementos alrededor de las actividades o tareas matemáticas que planeamos para la clase.

Este concepto amplio de reflexión que he venido mencionando, no solo aparece cuando miramos un video o pensamos en lo que ocurrió en la clase. La reflexión nace desde el momento en que planeamos una tarea matemática y damos vida a las expectativas de aprendizaje. Nace en el momento que tratamos de desarrollar ciertas habilidades en nuestros estudiantes.

Si tenemos un lugar por donde empezar, para mí, es por explorar tareas no rutinarias, estudiarlas, encontrar qué procesos se activan, conocer qué representaciones hay implicadas…, y sobre todo, aplicarlas y reconocer las formas en que nuestros estudiantes logran resolver estas tareas, ver las distintas rutas que toman, sus justificaciones. Lo único que creo poder asegurar es que con la experiencia podremos reconstruir las tareas, pues siempre serán susceptibles a mejoras. Nuestro objetivo siempre será ofrecer mejores experiencias a nuestros estudiantes.

Tal vez, como en la imagen de M. C. Escher (1935) parte de nuestra tarea es mirarnos a nosotros mismos y reconocer que tenemos uno de los papeles más importantes en la obra. Somos responsables de proponer, de planificar, de valorar y de reconstruir. En fin… de reflexionar.

 

Yuri Morales-López

Universidad Nacional. Costa Rica.

[1] https://www.mep.go.cr/sites/default/files/programadeestudio/programas/matematica.pdf

[2] https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/cifem/article/view/31916/31622

 

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